3.8.10

Inherentes artificios

Para Irma Cedeño, por nuestras rutas en Nueva York

Hace dos meses recorrí la caminata de una milla en la quinta avenida, es una caminata donde se visitan todos los museos y galerías de arte por 4 horas y son gratis por ese día. Terminé agotada y al día siguiente no podía mover el brazo. Pero no negaré que fue una experiencia increíble para mi amiga Irma y para mí. Recorrimos muchos sitios y terminamos comiendo un cono de chocolate en esos carritos que se encuentran en cualquier esquina de los parques newyorquinos en el verano.

Así como extensas fueron las millas que circulé ese día, hace ya un par de semanas comencé mi marcha interna sobre mis planes y circunstancias adherentes. Lo había estado postergando hace ya tiempo porque las cosas propias siempre se dejan al final. Como si uno viviera todo el tiempo a través de retrovisor de un automóvil y esperara los cambios alrededor para moverlo y seguir la ruta. Así como vi exhibiciones aburridas y otras muy interesantes así pasaron por mi mente cada una de ellas. Esa eventualidad mínima que te hace cambiar todo en una milésima de segundo casi como un chispazo eléctrico. Todos estamos llenos de esos pormenores y giran y dan vuelta y serpentean tal cables asustados dando giros y no los podemos detener. Se dan inexorablemente.

Este último año ha sido algo complicado, lleno de arcanos sin resolver que han dejado paradigmas y tristezas en mi mente. A veces me siento algo cansada. Me llevó a recordar que hace un par de años, paseando por unas calles en Perú, leí un cartel de cierto lugar que decía “se alquilan mentes para no pensar” me pareció algo fuera de lugar. Ahora, después de muchos años le encuentro algo de sentido a esa frase.
Me he preguntado miles de veces que piensan las personas cuando van en el tren durante 2 horas si es que no leen un libro, conversan o están con su ipod. Supongo que lo mismo que muchos la última conversación del día, algunos recuerdos y cómo resolver algunos problemas. Entonces lanzamos teoremas lógicos y paradójicos sobre los temas en cuestión. Los analizamos de todos los ángulos y pensamos en eximirnos de él de algún modo para sentirnos mejor. Y si no queremos pensar usamos fórmulas mágicas. Usamos nuestros recuerdos: es la magia del olvido y sonreímos. Es la forma de comprender a los que se ríen solos en los trenes o autobuses.

En estos días estoy tomando tres libros “Las intermitencias de la muerte” de Saramago, el poemario “Yuria” de Jaime Sabines y “Los paraísos artificiciales” de Baudelaire. Y cito a éste último “… le juego una pasada a la imaginación que ha durado más que un minuto porque la lucidez lo ha consentido y me permito soñar despierto a costa de mis heridas para volverlas un paraíso…”
Algo extraño y hermoso que siempre encontraremos en la mente de todo ser humano es la posibilidad de cambiar y crear un universo propio. Donde podamos hacer un paraíso para nosotros sea frente a la ventana de un tren y sonreír esas dos horas y mirarnos a través de reflejo e imaginar un paraíso único para nosotros.

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