20.2.11

El dulce encanto de la ficción: el escritor en su laberinto

"Cuando quedas atrapado en la destrucción, debes abrir una puerta a la creación. (...)Soy lo que soy."  A.Nin

La realidad está tejida de ficciones que nos llevan a recrear una historia. Esta historia trabaja muchas veces con la realidad para construir un discurso que mediatiza entre la verdad y la falsedad. Lo interesante es convencer al ojo avisor que revisa el texto, si ese mundo expuesto corresponde al mundo que circunda a nuestro alrededor o es solamente un artificio. Ese molde puede estar situado en la magia de un mundo alterno o ser simplemente un enigma trasversal de alguna idea peregrina que trascurre por nuestras mentes. Sea lo que sea la ficción construye enigmas más allá de lo ideológico o meramente político. Transforma y produce una realidad que se convierte en un vínculo entre el lector y el escribano.
Para muchos la historia narrada tiene que ser recreada en su totalidad por meros artilugios que lleven al lector a sucumbir bajo el embrujo del relato. Esa interacción y puedo acotar enamoramiento a primera vista entre el lector y el escribiente. Sin embargo, la realidad es otra cosa, habitualmente  el cuento no es una sucesión de sorpresas sino una progresión de descubrimientos que nos llevan a hurgar - poniéndonos en los zapatos del lector – más allá de lo evidente. No podemos llenar al lector de meros artificios sin sentido que no tengan ningún cauce, debemos recordar que cada palabra, trama, nombre o explicación sea repetitiva o velada existe por algún motivo sin reserva alguna. Y muchos escribanos pecan de anticipación o de ocultamiento extremo; que a veces lleva al texto a convertirse en un lugar común,  que turba la persistencia del lector en seguir una pista o se pierda en un abstracto de palabras sin sentido que no lo llevará a ningún horizonte.
A causa de crear un artículo para un amigo me encontré escribiendo este texto sobre qué es ficción para mí. Me he preguntado cientos de veces sobre qué representa la ficción en la actualidad y me aúno a Faulkner “los escritores que hacen ficción son fabuladores” en el buen sentido de la palabra. La idea puede surgir del modo más imprevisto y de la historia más notable que uno puede conocer y establecer una suerte de signos y tramas que lleven a elaborar o construir una intriga. Es muy claro no hay ficción sin intriga. Podemos atormentarnos pensando muchas noches como empezará esa historia y cómo lograremos  envanecer a nuestros personajes y de qué modo surgirán a través de los acontecimientos que nosotros inventaremos para ello. Lo que es cierto, es que a nuestro personaje (sea siniestro o invisible) lo situaremos eventualmente encima de un árbol, saliendo de una iglesia, mirándose al espejo, presenciando un crimen o dentro de un crimen (he tomado los inicios de algunas novelas) como bien  lo dice Faulkner todo depende de la perspectiva desde y cómo se presente al personaje. Sin olvidarnos el punto de vista. Porque al cambiar el punto de vista cambia la historia y todo lo que viene junto con ella. Podríamos imaginarnos a una niña presenciando un crimen desde un árbol quien a su vez nos empieza relatando la historia o dar un giro y ver la perspectiva donde la niña sufre la consecuencia del crimen. En ambas la niña cuenta la historia en una es una simple testigo y en la otra la protagoniza. Queremos ir más lejos la niña comete el crimen y nos relata la historia. Para pensar en estas tres perspectivas tuvimos que fabular, darle un sentido moral o simplemente se lo quitamos o mejor aceleramos el sentido y le damos un toque urbano con ingredientes de malicia. La voz del relato variara desde la perspectiva que lo enfoquemos y nos dará una visión múltiple de la misma historia. Son los acontecimientos los que nos llevarán a ese desarrollo en el cual nosotros seamos lectores o escribientes elegiremos el final o simplemente nos amoldaremos a un simple movimiento de tuerca buscar el sentido en el sin sentido o viceversa.

Para rastrear y crear universos plenos para los que quieren compartir e introducirse de lleno en nuestras fabulaciones con el encanto que se merece. Sin dejar de recordar que todo laberinto sea real o ficticio tiene una salida y producir esos pasadizos es tan importante como crear la puerta de escape. Aunque sólo sea para nosotros mismos.




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