Lágrima viva

Al amanecer, recorriendo la memoria sonrío frente al viento, miró a mi alrededor y las tiendas están abriendo. Una leve garúa golpea mi rostro, el día aún se ilumina y siento que debería saber que hay en mis pensamientos. Me quema la mañana, es un día esfumado por los días que se fueron. Y recorro las pistas como pisando nubes atrapadas en la tierra. Levanto el rostro al cielo y aspiro la humedad que me seduce. Subo al tren y bajo en la 34St, me siento plácidamente perdida en medio de la calle, atravesando las avenidas de un lado a otro. En ese instante comprendo que muchas cosas se terminan cuando los cuerpos dejan de tocarse. Me quedo inmóvil ante lo inevitable, en medio de una ciudad que late dentro de mi.
Que extraña se siente la calle cuando es muy temprano, no necesitas ir en un tren para ver borrosas a las personas que están girando a tu alrededor. Se perciben implacables ante la insistencia del dolor y el desarraigo, giran y siguen girando atravesándote y una está allí parada esperando nada. Llorar a lágrima viva como diría Oliverio Girondo, llorar a chorros, llorar el sueño, abrir las compuertas del llanto, empaparnos el alma, inundar las pistas, llorar de memoria, improvisando, llorarlo todo, llorar todo el día. Al anochecer, quieres detener el tiempo y cambiar la dirección del espacio y es imposible. Una se queda retenida ante lo implacable y se somete al olvido. Suena el teléfono, me hace recordar que ya es Thansgiven, es un día muy importante para muchos neoyorquinos: el día de acción de gracias.
Levanté la vista a lo lejos, el amanecer nuevamente. Atravieso mi corazón y sonrío...
Levanté la vista a lo lejos, el amanecer nuevamente. Atravieso mi corazón y sonrío...
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