22.9.08

Un ángel extraviado

Eres una loca perdida, alguna vez alguien me llamó de esa manera. La verdad ya ni recuerdo quién fue;  pero siempre he tenido necesidad de revisar mis direcciones, así me pasa con las calles - aún en Manhattan - donde las avenidas son tan evidentes. Una vez leí en un diario “perderse en Manhattan no es posible”sin embargo,  yo me he perdido varias veces en el mismo lugar. Parece ser que no soy la única y otros han corrido la misma suerte. Como bien dice una amiga: es la época de la obviedad me dejo pensando en simultaneidad temporal y el reposo de la memoria. Pertenezco a la raza de las memorias simultaneas a las que recuerdan millones de cosas extrañas - que a veces nadie recuerda y que sólo nosotros recordamos - pero no recordamos en que piso trabajamos o a quién teníamos que llamar o dónde está Park Avenue (eso fue un lapsus realmente reprochable)
Estoy adherida a los márgenes melancólicos de la temporada, si no es el clima es la luna, la obligatoriedad de escribir algún informe urgente me llevan a culpar al saco las toallas cordones libros todo lo que está dentro del cuarto los hago culpables de mi desasosiego mi falta de concentración / al buscar lo inexorable la pérdida del tiempo en la nada / comúnmente conocida como flogera.
 En NY se esfuma la honda de calor entre el laberinto de las calles el sentir el susurro del aire acondicionado en el tren. Cada día me convierte en una afónica perpetua, ver a través de la ventana la oscuridad que refleja los rostros de los otros pasajeros se vuelve un pleonasmo imaginario.  Algunas veces - en ciertas horas – me encuentro a los mismos rostros, puedo intuir que el gordo de corbata a rayas es oficinista y que vive solo porque lleva medias de diferente color o porque su ropa está arrugada, que la pelirroja nerviosa que se ubica siempre en la esquina vive con alguien que la hostiga por la variedad de cortes y golpes que muestra, las dos mulatas que hablan muy fuerte y toman agua desesperadamente son housekeepers de alguna casa donde no les permiten conversar ni beber
y muchos más que aparecen y desaparecen día a día.

Mirar por la ventana forma parte de una rutina obligada que tenemos los que viajamos en metro día a día durante una hora,
el revisar los anuncios, conocer a los pasajeros que esperan, los homeless y la espera del cantante de turno en cada vagón.
Absorta en esa muestra cotidiana quedo a la espera de una ruptura de la vacuidad de ese momento,  pasar por la 42 de Bryan Park ver al músico de turno, sin embargo, hace un par de tardes atisbé a alguien nuevo en el boarding: un guitarrista que toca viejas canciones de Bryan Adams - diferente a los de turno - (lo observaba cada tarde al cruzar Bryan Park a través de la ventana hasta que el tren partía)
Extrañamente hace unos días mire a través del vidrio y me encontré con su sonrisa, quedé sorprendida,  me pregunto si se sintió observado o sólo se despedía porque esa fue la última vez que lo vi.
Ahora Bryan Park es una paradero más... sin Bryan Adams

Etiquetas: , , , , ,